«Buscamos el rango de dosis con la planta completa»

La Dra. Flavia Aragón, coordinadora del equipo médico del ensayo clínico de cannabis medicinal realizado en Hospital Isola de Puerto Madryn junto a CENPAT y CONICET, nos cuenta su recorrido desde el estudio de la planta de cannabis hasta el ensayo.

¿Cómo es tu formación previa a dedicarte al cannabis medicinal?

Atendiendo en un centro de salud, una paciente me pone arriba del escritorio un gotero que decía ‘’aceite de cannabis’’ y me pregunta… ‘’¿cómo lo tomo?’’. No tenía ni idea, sabía que existía el sistema endocannabinoide y nada más. En esos meses había un curso en Río Negro -la provincia es bastante pionera con cannabis-, en San Antonio Este, y ahí empecé con la primera aproximación. Me volví a Madryn y me puse a leer sobre el tema. Dos años más tarde, conocí a una de las mamás cultivadoras -que estuvo presa y había presentado un recurso de amparo para poder cultivar- y me solicitó acompañar a algunos chicos que estaban tomando aceite. Paralelamente me contactaron los chicos del CONICET que la ayudaban a ella y a otras mamás con el tema de la medición de los aceites, con el cultivo y la extracción. Ellos tenían el método TLC (es un método de separación muy versátil que se utiliza para el análisis cualitativo y cuantitativo de muestras) en el CENPAT, el centro científico y tecnológico, dependiente del CONICET y de referencia en la Patagonia Argentina. Ellos me propusieron armar un grupo de médicos que quisieran estudiar cannabis y empezamos a tener capacitaciones online y a instalar el tema, todavía no teníamos. Armamos un grupo de 15 a 20 colegas. Y empezamos a tomar capacitaciones virtuales.

Armaron un equipo interdisciplinario. 

Claro. Trabajamos con el Consejo Consultivo de cannabis, queríamos una ordenanza municipal que permitiera a los pacientes cultivar. No estaba la modificación de la Ley 27350. Durante ese año me contacté con la Dra. Alejandra Lavedova, que es infectóloga y que hace años que viene trabajando con cannabis. Y me facilitó un modelo de historia clínica cannábica que usaban en el Hospital de San Antonio, donde ellos tienen un consultorio de cannabis. Tomé esa historia clínica y empecé a registrar todos los pacientes que venían por cannabis (qué aceites usaban y qué mediciones tenían). 

Entre todos pensamos entonces en el trabajo de investigación en un congreso argentino en La Rioja en 2021. Continuamos con una encuesta anónima en conjunto con el CONICET y vimos que el 60 o 70% de las personas que usaban cannabis tenían dolor crónico producido por distintas patologías. Redactamos el proyecto en conjunto con Gregorio Bigatti, Irene Macarthy y Mariana Lozada, quienes ahora actúan como Coordinadores del Proyecto. Esta investigación, con una duración prevista de dos años, se enfoca en tres áreas fundamentales que serán objeto de estudio y análisis. La primera fue dolor crónico, sigue deshabituación a benzodiacepinas y por último ansiedad e insomnio.

El estudio parte de una observación previa por parte del equipo. ¿Un análisis de campo?

Exactamente. Nosotros lo que hicimos fue sentarnos a escribir este proyecto en base a la necesidad que habíamos visto en la comunidad manifestada a través de una encuesta. Está presentado como un estudio cuasiexperimental, debido a que no hay placebo, tratamiento estándar y cannabis. Sino que acompañamos a pacientes en el proceso de uso de cannabis de forma terapéutica y registramos las variables que nos interesan. Sin embargo, la falta de un grupo control es una limitación por la existencia del efecto placebo. Para reducir la incidencia de este efecto, tomamos 6 meses de tratamiento. Ya sabemos que el THC sirve para el dolor, nosotros buscamos el rango de dosis con la planta completa. 

¿Y cuáles son las dosis de THC y CBD en el estudio?

Comenzamos con 3 tomas al día (cada 8 horas), es decir, 9 gotas por día. A los 10 días subimos una gota por toma en caso de que no haya respuesta.

En cuanto a las dosis, se trataban de CBD 2 mg/día y THC 2 mg/día durante las primeras semanas. Si en la escala de valoración del dolor el paciente refería un dolor de 8 a 10 puntos, comenzaban con dosis de CBD 2 mg/día y THC 2,5 mg/día. Recordemos que la respuesta al tratamiento es a los diez días.

¿Cómo seleccionaron el tipo de aceite a utilizar en cada paciente?

Clasificamos a los pacientes según una escala de dolor que tenemos. Siendo 1 la valoración mínima de la intensidad de dolor y 10 el puntaje máximo. Los pacientes como los clasificamos si tenían menos de 4 en esa escala de valoración no entraban porque era un dolor leve. Entre 4 y 7 era moderado y usamos aceites con THC de 4 mg/ml y CBD de 2 mg/ml. Los que referían dolor en la escala de 8 a 10 puntos usamos aceites THC de 5 mg/ml y CBD de 2 mg/ml, el CBD siempre igual. El 80-90% de los pacientes estaban en una escala de valoración de dolor de 7.5 a 10. Al principio aumentamos de una gota por tomar una vez por semana, después quincenal y finalmente subimos una vez al mes. 

¿Qué cepas utilizaron y cuáles son sus perfiles en relación al THC y CBD?

Una es la Pachamama y la otra es la Malvina. Una tiene alto contenido de THC y la otra alto contenido de CBD.

¿Cómo se manejaron con los efectos adversos?

Fueron muy pocos, aproximadamente el 10%. Cefalea y palpitaciones, sobre todo. Son dosis dependientes, cuando bajaron la dosis los efectos adversos desaparecieron, así fue en todos los casos. Nadie abandonó por efectos adversos.

¿Clasifican los tipos de dolor tratados?

Establecimos tres grupos de dolor. Los categorizamos entonces: estaba el dolor neuropático, que eran aquellos pacientes que consultaban por neuropatía diabética; vimos neuropatía diabética, neuralgia del trigémino y neuralgia post-COVID. También tuvimos un grupo llamado músculo esquelético, que fue el mayor motivo de consulta; se trataba de artritis reumatoide, fibromialgia, artrosis y lumbalgias crónicas dolores. Por último, otro grupo de dolor oncológico, ya sea por el proceso oncológico en sí o el dolor oncológico en general.

¿Cómo controlaron los aumentos o disminuciones de dosis?

En realidad, nosotros lo que les explicamos era que la respuesta era individual y que la cantidad de gotas dependía de la respuesta de lo que ellos iban registrando. Nosotros explicamos que íbamos a ir aumentando la cantidad de gotas necesarias para lograr el efecto terapéutico y siempre la idea es la menor cantidad de gotas para la mayor respuesta. Siempre trato de empoderar al paciente, que tengan un rol activo, que participen y tomen decisiones.

Los participantes mostraron una reducción significativa en el dolor crónico, mostrando una mejoría significativa en todos los parámetros asociados a calidad de vida medidos. El único parámetro que no tuvo variaciones significativas fue el apetito. 

Se estimó un rango de dosis efectivas, resultando en una recomendación de 6 mg/día THC y 2,5 mg/día CBD. Se encontró una gran variabilidad entre individuos respecto de las dosis efectivas, esto muestra la necesidad de una titulación individual de la dosis.

En relación a los fármacos más tradicionales, ¿se mantuvieron los planes o se modificaron las dosis?

Sí, más del 25% descontinuaron o abandonaron la toma de antiinflamatorios que estaban prescritos como ibuprofeno, paracetamol, corticoides, tramadol, pregabalina e incluso hubo abandono de benzodiacepinas también. Tuvimos que hacer educación también porque si no el paciente iba a estar somnoliento.

¿Cuál es la proyección del cannabis y del estudio que realizaron?

El Modelo del Hospital de Chubut se puede implementar en cualquier lugar, porque lo que nosotros hicimos fue en colaboración con el CONICET y el Hospital Público. Con semillas del CONICET logramos hacer un cultivo y establecimos un modo en el cual usar estos aceites en los pacientes. Es un circuito de ciencia-salud local.