Susana Pasquaré es bioquímica. Dirige el laboratorio de Cannabinología del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca e investiga hace 15 años el rol del sistema endocannabinoide en el envejecimiento de las células del cerebro. Ahora, en paralelo y junto a la ONG Cannabis Bahía Blanca, repartirán esquejes para 600 pacientes.
Susana Pasquaré es licenciada en Bioquímica. De Buenos Aires a Madrid viajaba para trabajar en el Hospital Universitario Ramón y Cajal y avanzar con su investigación. No sin correr riesgos, llenaba la valija de compuestos necesarios para su laboratorio. Pasaron más de 15 años de aquellos inicios, ahora dirige el laboratorio de Cannabinología del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca, a través de un convenio con el CONICET y la Universidad Nacional del Sur.
“Buscando bibliografía para comentar algún trabajo científico me encontré con esto de lo que no se sabía -en ese entonces- prácticamente nada. Así me metí. Me fui a trabajar en España, después me fui a dar charlas al País Vasco y pude volver al Ramón y Cajal”, repasa Pasquaré y reconoce: “Para mí la marihuana era un cuco, hasta que entré en este mundo y empecé a ver todo esto. Para mí la marihuana era una droga como la cocaína, como cualquier otra”.
Como bioquímica, entró al mundo del cannabis “de casualidad” utilizando todo su “conocimiento previo en lípidos”.
“Los cannabinoides que producimos son lípidos, derivan de determinados lípidos y yo había hecho mi tesis doctoral en un laboratorio de lípidos. Tenía muchas herramientas para poder meterme a averiguar cómo estas moléculas se sintetizan”, explica. Pasquaré había trabajado con el sistema de envejecimiento en el sistema visual. “Así me fui metiendo, usando saberes que tenía con cosas nuevas”, se entusiasma.
Proyecto conjunto
El laboratorio de cannabinología de Bahía Blanca, dirigido por Pasquaré, está inserto dentro del instituto de investigaciones de la ciudad. En 2007 empezaron a estudiar el “sistema endógeno en modelos animales y en un modelo de enfermedad de Alzheimer”. Gracias a un convenio con la ONG Cannabis Medicinal Bahía Blanca y Río Negro y la Universidad Nacional del Sur empezaron a estudiar aceites y a relevar usuarios del cannabis con fines terapéuticos. Contaron más de 600 y revisaron alrededor de 700 historias clínicas de pacientes.
La ONG prepara los aceites y el laboratorio los cuantifica, es uno de los cinco del país que el CONICET habilitó para cuantificar cannabis y productos derivados.
El cannabis cultivado en el laboratorio se caracteriza fenotípicamente de manera cuantitativa para ver “qué fitocannabinoides ácidos y qué terpenos tiene”. El objetivo final es que las asociaciones (Cannabis Medicinal Bahía Blanca y Río Negro) generen esquejes, para distribuir entre sus socios”. Los esquejes ya están “funcionando” y se espera que para fines de enero puedan empezar a distribuirlos.
“Tenemos variedades con alto cbd, alto thc y con concentraciones similares de ambos. Su cultivo se hizo indoor, en carpas, se estabilizaron las condiciones de cultivo de sustrato y demás”, describió la licenciada Pasquaré.
La intención es que los usuarios sepan qué componentes tiene la planta para que sea funcional según la patología a tratar.
“Una vez que el usuario pueda reproducir esta planta, cosechar las flores y preparar su medicina sí o sí es necesario una nueva cuantificación. Pero en principio, no tiene sentido que un individuo que necesita una planta con CBD use una que contenga más porcentajes de THC o al revés.
Alzheimer
Pasquaré tiene varias investigaciones publicadas, principalmente sobre Alzheimer. En el laboratorio del instituto de investigaciones bioquímicas trabajan experimentando con ratas para analizar el proceso de envejecimiento de las células del cerebro.
Al respecto de su investigación, explica: “Los mejores efectos se obtienen del extracto completo, no del THC aislado, un poco corroborando lo del efecto séquito, por eso queremos separar fitocannabinoides, por un lado, y terpenos por otro para poder corroborar que individualmente no generan el mismo efecto que juntos. Esto es para tratar el envejecimiento de las células, lo que genera el escenario propicio para, por ejemplo, enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer”, repasa.
Esta enfermedad, de alguna manera, está vinculada al envejecimiento, indica la mujer. El Alzheimer, si bien genera “un deterioro neuronal”, el hecho de que “escuchemos menos, que veamos con mayor dificultad, que entendamos menos, que estemos lentos, significa que no hay buena conexión entre neuronas” por eso, sólo en algunos casos, eso puede ser “el puntapié inicial” (“muchas veces, no siempre”, aclara) para procesos “neurodegenerativos mucho más graves”. Esas alteraciones, explica Pasquaré, se producen “en esas conexiones entre neuronas” y una de las cosas que “más se ven en las neuronas es el depósito de una proteína que se llama beta amiloides. Esta proteína tiene distintas estructuras y de una forma estructural es mucho más dañina que otra”, desarrolla la licenciada en Bioquímica, que también es docente de la Universidad Nacional del Sur e investigadora en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca.
“¿Entonces qué hacemos nosotros con estos terminales sinápticos?”, se pregunta: “Los tratamos con esa proteína y vemos qué es lo que pasa con el sistema endocannabinoide. Ahora lo que queremos ver es si la planta, el estado completo o los compuestos aislados o qué red pueden revertir o atenuar el efecto que está produciendo el Alzheimer en la producción. En el modelo de enfermedades que nosotros vimos hay mucha menos disponibilidad, hay menos endocannabinoides. Creemos (NdR: que el cannabis) beneficiaría el proceso que se da en las células”.
La hipótesis de trabajo que analiza Pasquaré junto a su equipo es que el uso de cannabis “potenciaría la disponibilidad de las moléculas que protegen a las neuronas”, eso es lo que intentan probar.
Aclara: “En la enfermedad del Alzheimer y en la de Parkinson se generan proteínas que no son funcionales, que no le sirven a las células. Entonces, en condiciones normales nosotros las producimos pero el organismo las puede limpiar, depurar o sacar del medio. Cuando la capacidad de limpieza del organismo es menor empiezan a establecerse estas patologías y precisamente el cannabis ayuda a la depuración de estas moléculas”.
Periodista, estudió Comunicación Social en la UNLZ.