Ayelén Romero Chirizola vive en San Marcos Sierra, en Córdoba y hace 10 años usa cannabis para combatir los efectos adversos de los antirretrovirales en su tratamiento para mantenerse negativizada.
Ayelén Romero Chirizola conoció su diagnóstico hace una década. Hacía un tiempo había dejado San Luis para instalarse en la Ciudad de Buenos Aires. Alquilaba un departamento, trabajaba en un bar, estudiaba y militaba hasta que supo que era HIV positivo. “Me vine abajo, me bajaron las defensas y el virus avanzó muy rápido”, recuerda sobre ese golpe.
Con el tratamiento de antirretrovirales empezaron los síntomas: falta de apetito, inflamación abdominal, cansancio, febrícula y estado gripal son algunos de los que recuerda.
“En esos momentos la marihuana me hacía volver”, cuenta Ayelén desde un colectivo donde repasa su camino con el cannabis. Ella acompaña el tratamiento con resinas, fumando cuando tiene episodios agudos y con otras plantas que la ayudan a “desintoxicar el cuerpo”.
“Soy de San Luis pero hace siete años que vivo en San Marcos Sierra (en Córdoba). Me vine acá porque después del diagnóstico me deprimí mucho porque deprime el estado en el que estaba. Y cuando llegué a San Marcos me guio una búsqueda de salir adelante. Tenía que buscar un hábitat donde encontrarme y en Buenos Aires no lo estaba pudiendo hacer, a pesar de que ahí tenía el hospital”, repasa la joven, que además forma parte de Alpa Kamasca, una red cultivadoras y productoras de Fito preparados y alimentos.
“En ese momento yo sentía que tenía que buscar algo más que mejorara mi calidad de vida. Es todo un proceso hasta que el cuerpo encuentra la forma de poder asimilar los químicos. Los movimientos y las luchas de la comunidad organizada de VIH positivos llevan 40 años consumiendo cannabis para aliviar los síntomas, siempre fue una lucha que acompañó el movimiento. Antes lo fumaban como un cuidado paliativo, para soportar el dolor”, explica la joven de apenas 28 años.
Resina
—¿Cómo administras el cannabis?
—Yo tomo la resina pura, la guardo en una jeringa y tomo microdosis de las resinas todas las mañanas. Me acompaña a bajar las inflamaciones, para el apetito. El fumado, en ciertos momentos, está bueno hacerlo pero para episodios agudos. La resina a la mañana me acompaña durante todo el día, es un proceso que es orgánico y diferente para procesos inflamatorios”, explica sobre su experiencia con el cannabis.
—¿Cuánto tiempo duran los efectos en el cuerpo?
—El virus se desata y nos come un montón de defensas que tardamos años en recuperar. Con las pastillas, nuestro cuerpo está haciendo un trabajo permanente para combatir el virus, para que se mantenga encapsulado. El cannabis lo ayuda a procesarlo. En forma de resina el cannabis está en el cuerpo alrededor de ocho horas.
—¿Cómo la preparás?
—La resina la preparamos en el laboratorio de la ONG de la que formo parte. Se hace por evaporación de alcohol, usamos solvente. Contamos con un espacio de fitopreprados que estamos haciendo a pulmón, pero arranqué haciéndomelo a baño maría con un termómetro, cuidando que no pase los 40 o 60 grados. Así llegás al corazón de la planta: la resina que es donde se encuentran todos los principios. Todo el proceso demanda unas 8 horas.
Ahora contamos con un destilador que nos permitió perfeccionar la técnica. Nosotros en la organización acompañamos a los consumidores para que usen el cannabis de la manera que se adapte no sólo a su patología si no también a sus formas de autoadministración para que sea seguro.
—¿Por qué decís que el cannabis es la punta del iceberg?
—Porque es el puntapié para una práctica cultural de una forma de vida que nos lleva a tener una mejor calidad. Del monte nativo no uso solo cannabis, también jarilla por sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias; iodo que se usa para desinflamar la garganta, o palo amarillo para sacar las toxinas de mi cuerpo cada tres o seis meses. Y un montón de otras plantas. La sabiduría de cómo hacerlo está en la memoria de la gente que está viviendo acá, que tiene mucho para aportar. Por eso hablo de soberanía sanitaria, además de alimentaria.
—¿Cuál es el rol del cannabis en la Ley Nacional de Respuesta Integral al VIH, hepatitis virales, infecciones de transmisión sexual y tuberculosis?
—Las organizaciones y los usuarios generamos un hoy en día generamos una propuesta para la ley y así logramos, en un largo debate, que el cannabis sea parte de la reglamentación. Si bien es una planta más entre todos los dispositivos de cuidado que hemos ido construyendo es una planta que representa una lucha, que nos pudimos organizar para formar parte del Reprocann y en este tipo de tratamientos complementarios.
—¿Qué le dirías a una persona que acaba de recibir su diagnóstico?
—Que no está sola, que no está solo y que no hay que negarlo. Hay que afrontarlo con la posibilidad de despertar un montón de potencial y de herramientas que están dentro de nuestro cuerpo. Es una invitación a abrirnos a lo colectivo. Les recomendaría qye se acerquen a las organizaciones cercanas y les aconsejo que apunten a su soberanía alimentaria y sanitaria. Que puedan acceder a la marihuana y a terapias complementarias que se vayan encontrando en el camino para estar mejor. También que vayan a los hospitales de infectología como sujetos de derecho y que tomen sus pastillas… que sigan el tratamiento de manera informada.
Periodista, estudió Comunicación Social en la UNLZ.